GATOS POR LA VENTANA.



A ella, estaba claro, le gustaban los chicos malos que le tocaban el culo, escribían poemas de amor y tiraban gatos por la ventana. Aunque ahora es una musa célebre y procura guardar las apariencias. Viste en boutiques. Veranea en Saint-Tropez. Y bebe champán francés. Siempre fue muy coqueta, caprichosa y ligera de cascos. Sin embargo, desde que inspira best-sellers apenas frecuenta los cabarets. Y no se acuesta con poetas. Conmigo suele hacer una excepción. Le divierte recordar viejos tiempos. Luego, desaparece. Y me deja su ausencia y la nevera vacía. Yo, mientras espero que vuelva, sigo tirando gatos por la ventana. Pero ya nunca caen de pie.



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