ARTE Y VIDA.



En el bar se me acercó uno de mis lectores. Comentó que un relato mío —el de seis bebés decapitados por su madre— lo tenía preocupado; quería saber si se trataba de un hecho real. "Naturalmente", le respondí. "Gracias al cielo", respondió aliviado y agregó: "Sería espantoso que la mente humana fuese capaz de inventar algo tan abominable".



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