OLVIDO.
  Cierra los ojos y a oscuras piérdete  bajo el follaje rojo de tus párpados.  Húndete en esas espirales  del sonido que zumba y cae  y suena allí, remoto,  hacia el sitio del tímpano,  como una catarata ensordecida.   Hunde tu ser a oscuras,  anégate la piel,  y más, en tus entrañas;  que te deslumbre y ciegue  el hueso, lívida centella,  y entre simas y golfos de tiniebla  abra su azul penacho al fuego fatuo.   En esa sombra líquida del sueño  moja tu desnudez;  abandona tu forma, espuma  que no sabe quien dejó en la orilla;  piérdete en ti, infinita,  en tu infinito ser,  ser que se pierde en otro mar:  olvídate y olvídame.   En ese olvido sin edad ni fondo,  labios, besos, amor, todo renace:  las estrellas son hijas de la noche.