El viaje en paracaídas.
Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací  en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor. Tenía  yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental.  Lanzaba suspiros de acróbata.  Mi padre era ciego y sus manos eran más  admirables que la noche.  Amo la noche, sombrero de todos los días.  La  noche, la noche del día, del día al día siguiente.  Mi madre hablaba  como la aurora y como los dirigibles que van a caer. Tenía cabellos  color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos. Una tarde, cogí mi  paracaídas y dije: “Entre una estrella y dos golondrinas.” He aquí la  muerte que se acerca como la tierra al globo que cae. Mi madre bordaba  lágrimas desiertas en los primeros arcoiris. Y ahora mi paracaídas cae  de sueño en sueño por los espacios de la muerte. El primer día encontré  un pájaro desconocido que me dijo: “Si yo fuese dromedario no tendría  sed. ¿Qué hora es?” Bebió las gotas de rocío de mis cabe...