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Mostrando entradas de octubre, 2012

Lavar la deshonra.

¡Mamá! Un estertor, lágrimas, negrura. La sangre fluye, el cuerpo apuñalado tiembla, El pelo ondulado se ensucia de barro. ¡Mamá! Sólo se oye al verdugo. Mañana vendrá la aurora, Las rosas se despertarán A la llamada de los veinte años Y la esperanza fascinada. Las flores de los prados responden: Se ha marchado... a lavar la deshonra. El brutal verdugo regresa y dice a la gente: ¿La deshonra? –limpia su puñal- Hemos despedazado la deshonra. De nuevo somos virtuosos, de buena fama, dignos. ¡Tabernero! ¿Dónde están el vino y los vasos? Llama a esa indolente belleza de aliento perfumado Por cuyos ojos daría Corán y destino. Llena tu vaso, carnicero, La muerte ha lavado la deshonra. Al alba, las chicas preguntarán por ella: ¿Dónde está? La bestia responderá: la hemos matado. Llevaba en la frente el estigma de la deshonra y lo hemos lavado. Los vecinos contarán su funesta historia Y hasta las palmeras la difundirán por el barrio, Y las puertas de madera, que no l

Yo.

La noche se pregunta quién soy yo. Yo soy su secreto profundo, inquieto y negro, su secreto rebelde. He escondido mi esencia en el silencio. He envuelto el corazón en conjeturas. Y me he quedado aquí, pálida, inerte, viendo cómo los siglos se preguntan quién soy. El viento se pregunta quién soy yo. Soy un soplo asombrado, renegada del tiempo, y, lo mismo que él, no tengo sitio. Seguimos caminando sin final, pasando eternamente, y al llegar a la cumbre, encontramos tan sólo el fin de la miseria; entonces, el vacío. El tiempo se pregunta quién soy yo. Como él, una orgullosa que devora las eras, y las dota de vida nuevamente. Creo el lejano pasado de una esperanza fácil, seductora, para volver yo misma a sepultarlo. Y así poder forjarme un ayer diferente, y de helado mañana. La esencia se pregunta quién soy yo. Como ella, marcho fija en las tinieblas, sin que nada la paz me proporcione. Yo sigo preguntando, y la respuesta sigue siendo también un espejismo.

Soy la canción fatal de Eleanor Rigby.

Estoy lanzando piedras contra la oreja sorda.  Cambiante de ambos mundos.  Esto es la soledad y sus crepitaciones.  Estoy haciendo señas junto al tonto paciente  que yace en la colina y con la pobre loca  que remienda sus cuitas en un banco del parque.  Por sus dedos conclusos. De tejedora rota.  Destilan los retazos. La crónica final del abandono.  Le digo que me espere.  No es tiempo de morir a la sombra  marchita de los álamos.  Estoy lanzando piedras contra la oreja sorda.  Sangrante de este mundo.  Este mundo convexo que muestra sus espaldas.  Se extraviaron los planos  que ayuden a escapar del Laberinto.  Estoy lanzando piedras: soy la loca del parque.  Soy el tonto decrépito que yace en la colina.  Soy la canción fatal de Eleanor Rigby. Y soy la antología  de los que mueren solos. Sin traspasar el túnel.  Sigo lanzando piedras. Estoy cansada y sigo.  La loca muestra impúdica  la mueca desdentada de su hastío.  Vira al revés su bolso. Esparce pieza a pieza

El centro del amor.

El centro del amor no siempre coincide  con el centro de la vida. Ambos centros se buscan entonces como dos animales atribulados. Pero casi nunca se encuentran, porque la clave de la coincidencia es otra: nacer juntos. Nacer juntos, como debieran nacer y morir todos los amantes.

Madrigal.

Has abierto mi libro y vas, despacio, con atención, leyéndolo. Tus ojos se detienen ahora ante esta página. Empiezas a leer y te das cuenta muy pronto de que en ella hablo de ti. Para advertirlo, como yo esperaba, no necesitas ver tu nombre impreso en el papel, porque de sobra sabes que a ti sola te canto. En ti, mi voz tiene su origen y su cumplimiento, su razón de existir: al celebrarte, hallo dichosa ocupación y soy fiel al destino que me justifica.

Los espacios del sueño.

En la noche están naturalmente las siete maravillas del mundo y la grandeza y lo trágico y el encanto. Los bosques se tropiezan confusamente con las criaturas legendarias escondidas en los matorrales. Estás tú. En la noche están los pasos del paseante y los del asesino y los del guardia urbano y la luz del farol y la linterna del trapero. Estás tú. En la noche pasan los trenes y los barcos y el espejismo de los países donde es de día. Los últimos alientos del crepúsculo y los primeros estremecimientos del alba. Estás tú. Un aire de piano, el estallido de una voz. Un portazo. Un reloj. Y no solamente los seres y las cosas y los ruidos materiales. Sino también yo que me persigo o sin cesar me adelanto. Estás tú la inmolada, tú la que espero. A veces extrañas figuras nacen en el momento del sueño y desaparecen. Cuando cierro los ojos, las floraciones fosforescentes aparecen y se marchitan y renacen como fuego de artificios carnosos. Países desconocidos que recorro en co

Si tú eres bella como los magos de mi país.

Si tú eres bella como los magos de mi país Oh amor mío no llores A los soldados muertos y su sombra que huye de la muerte Para nosotros la muerte es una flor del pensamiento Hay que soñar en los pájaros que viajan Entre el día y la noche como una huella Cuando el sol se aleja entre los árboles Y hace de sus hojas otra pradera Amor mío Tenemos los ojos azules de los prisioneros Mas los sueños adoran nuestros cuerpos Tendidos somos dos cielos en el agua Y la palabra es nuestra sola ausencia

Noche de verano.

Pulsas, palpas el cuerpo de la noche, verano que te bañas en los ríos, soplo en el que se ahogan las estrellas, aliento de una boca, de unos labios de tierra. Tierra de labios, boca donde un infierno agónico jadea, labios en donde el cielo llueve y el agua canta y nacen paraísos. Se incendia el árbol de la noche y sus astillas son estrellas, son pupilas, son pájaros. Fluyen ríos sonámbulos. Lenguas de sal incandescente contra una playa oscura. Todo respira, vive, fluye: la luz en su temblor, el ojo en el espacio, el corazón en su latido, la noche en su infinito. Un nacimiento oscuro, sin orillas, nace en la noche de verano, en tu pupila nace todo el cielo.

Donde habite el olvido.

Donde habite el olvido, En los vastos jardines sin aurora; Donde yo sólo sea Memoria de una piedra sepultada entre ortigas Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios. Donde mi nombre deje Al cuerpo que designa en brazos de los siglos, Donde el deseo no exista. En esa gran región donde el amor, ángel terrible, No esconda como acero En mi pecho su ala, Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento. Allá donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya, Sometiendo a otra vida su vida, Sin más horizonte que otros ojos frente a frente. Donde penas y dichas no sean más que nombres, Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo; Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo, Disuelto en niebla, ausencia, Ausencia leve como carne de niño. Allá, allá lejos; Donde habite el olvido.

Nota XXV.

queridos compañeros/moridos  en combate o matados a traición o tortura/  no los olvido aunque ame a una mujer/  no los olvido porque amo/como  ustedes mismos amaron una vez/¿se recuerdan?/  ¿bellos andaban por el aire?/¿y combatían?/  ¿y el calor de una mujer les asomaba  en la cara?/¿se recuerdan?/me acuerdo  de haberles visto una mujer brillar  en medio del combate doloroso  inmortales brillaban ustedes  contra el dolor/contra la muerte  ahora que duermen calladitos  y alguna sombra dulce los tocara  acomodándolos mejor  contra los perros del olvido  

Gotan.

Esa mujer se parecía a la palabra nunca,  desde la nuca le subía un encanto particular,  una especie de olvido donde guardar los ojos,  esa mujer se me instala en el costado izquierdo.  Atención atención yo gritaba atención  pero ella invadía como el amor, como la noche,  las últimas señales que hice para el otoño  se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.  Dentro de mí estallaron ruidos secos,  caían a pedazos la furia, la tristeza,  la señora llovía dulcemente  sobre mis huesos parados en la soledad.  Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,  con un cuchillo brusco me maté,  voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,  el moverá mi boca por la última vez.  

La certidumbre de existir.

Si lo he visto todo  todo lo que no existe destruir lo que existe la espera arrasa la tierra como un nuevo diluvio  el día sangra  unos ojos azules recogen el viento para mirar  y olas enloquecidas llegan hasta la orilla del país silencioso  donde los hombres sin memoria  se afanan por perderlo todo  En una calle de apretado silencio transcurre el asombro  todo retrocede hasta un limite inalcanzable para el deseo  pero tu y yo existimos  tu cuerpo y el mío se adelantan y aproximan  y aunque nunca se toquen aunque un inmenso vacío los  separe  tu y yo existimos

La religión de mi tiempo.

Si regresa el sol, si cae la tarde, si la noche tiene un sabor de noches futuras, si una siesta de lluvia parece regresar de tiempos demasiado amados y jamás poseídos del todo, ya no encuentro felicidad ni en gozar ni en sufrir por ello: ya no siento delante de mí toda la vida... Para ser poetas, hay que tener mucho tiempo: horas y horas de soledad son el único modo para que se forme algo, que es fuerza, abandono, vicio, libertad, para dar estilo al caos. Yo, ahora, tengo poco tiempo: por culpa de la muerte que se viene encima, en el ocaso de la juventud. Pero por culpa también de este nuestro mundo humano que quita el pan a los pobres, y a los poetas la paz.

Rosario Tijeras.

Como a Rosario le pegaron un tiro a quemarropa mientras le daban un beso, confundió el dolor del amor con el de la muerte. Pero salió de dudas cuando despegó los labios y vio la pistola. -Sentí un corrientazo por todo el cuerpo. Yo pensé que era el beso... -me dijo desfallecida camino al hospital. -No hables más, Rosario -le dije, y ella apretándome la mano me pidió que no la dejara morir. -No me quiero morir, no quiero. Aunque yo la animaba con esperanzas, mi expresión no la engañaba. Aun moribunda se veía hermosa, fatalmente divina se desangraba cuando la entraron a cirugía. La velocidad de la camilla, el vaivén de la puerta y la orden estricta de una enfermera me separaron de ella.

Las hermanas del tesoro sexual.

En cuanto mi hermana y yo salimos de la casa materna, lo único que quisimos fue follar, borrar cualquier huella de su cuerpo de gorrioncillo y de sus delgadas piernas de saltamontes. ¡Los cuerpos de los hombres eran como el de nuestro padre! Macizos los corvejones, los ijares y los muslos, elegantes las rodillas, las pantorrillas ahusadas, podíamos tenerlo a él en ese momento, las nalgas abultadas y prohibidas, las corvas, la polla en nuestra boca, ah la polla en nuestra boca. Como exploradoras que descubren una ciudad perdida, nos volvimos locas de alegría, desvestíamos a los hombres despacio y con cuidado, como si dejáramos al descubierto enterrados artefactos que probarían nuestra teoría de la cultura perdida: pues si Madre decía que una cosa no estaba ahí, es que ahí estaba.

Crónica del pájaro que da cuerda al mundo.

¿Por qué me gustan las medusas? No lo sé. Las encuentro bonitas. Antes, mientras las miraba, he pensado una cosa. Escucha, lo que nosotros vemos es sólo una pequeña parte del mundo. Damos por hecho que esto es el mundo, pero no es del todo cierto. El verdadero mundo está en un lugar más oscuro, más profundo, y en su mayor parte lo ocupan criaturas como las medusas. Eso nosotros lo olvidamos. ¿No te parece? Dos terceras partes del planeta son océanos y lo que nosotros podemos ver con nuestros ojos no pasa de ser la superficie del mar, la piel. De lo que verdaderamente hay debajo no sabemos nada.

Calendario perpetuo.

El lunes es el nombre de la lluvia cuando la vida viene tan malintencionada que parece la vida. El martes es que lejos pasan trenes en los que nunca vamos. El miércoles es jueves, viernes, nada. El sábado promete, el domingo no cumple y aquí llega otra vez -o ni siquiera otra: la misma vez- la lluvia de los lunes.

Silencio.

Qué torpes son. No comprenden nada. No es necesario haber leído mucho para ser muy sensible, para saber de qué se trata. Es un don, un talento. Se lo tiene o no se lo tiene... Ellos podrían leer bibliotecas enteras... Pero usted, siempre lo he notado... para usted las palabras... Usted nunca ha dicho una tontería. Nunca nada vago, pretencioso. Por cierto, de vez en cuando, tiene que usar palabras. No hay más remedio. Para vivir. Un mínimo. Una palabra, usted lo sabe mejor que ellos, es importante.

El buen dolor.

Aún cuando tu familia no estaba todavía en la pobreza, sino que pertenecía a ese sector que se denomina hipócritamente gente humilde, un peldaño por debajo de la clase media, aun cuando la enfermedad no se había instalado en la casa, flanqueándolos, empezabas a darte cuenta de que determinados sentimientos que generan la pobreza y la enfermedad iban a perseguirte siempre, por más fugas que tramaras. Si los experimentaste una vez, esa vez es para siempre. Vayas donde fueres, estarán siempre con vos. Podés huir de la pobreza y la enfermedad, pero no de sus efectos. Terror, repulsión, vértigo se funden, a veces, en una alteración de las percepciones de tiempo y espacio, los reflejos asustados y temblorosos como después de una resaca fuerte. Podés emborracharte con el dolor. La alegría, cuando sucede, tiene entonces el gusto de un café con leche con medialunas después de haber dado sangre.

Discursos sobre la felicidad.

Bebe, come, duerme, ronca, sueña; y si alguna vez piensas, que sea entre vino y vino, y siempre en el placer del momento presente, o en el deseo preparado para el momento siguiente. Pero si, no contento con descollar en el gran arte de la voluptuosidad, la crápula y el desenfreno no son suficientemente intensos para ti, la obscenidad y la infamia están ahí para tu participación gloriosa; revuélcate como los cerdos y serás feliz a su manera. Por lo demás, no te estoy diciendo nada que no te aconsejes a ti mismo y que no hagas efectivamente, pero en modo de inspirarte horror, no sé si me entiendes. Perdería mi tiempo y mi esfuerzo si dijese otra cosa: hablarle de temperancia a un libertino es como hablarle de humanidad a un tirano.

Dream a little dream of me.

Invítame a tu sueño, déjame compartir esa película donde el tiempo es deforme y el deseo se cumple. Sueña un poco conmigo y te prometo ser la mujer perfecta para ti, mientras vivas con los ojos cerrados. Te besaré con labios de cereza, mezclaré sabiamente la pasión con ternura y cuando llegue el alba me iré sin hacer ruido.

El viejo poeta.

El poeta dice: Mujer, ¿no ves estas dos moscas inmóviles sobre la repisa de la ventana matadas con el insecticida? No valen más para el universo que nuestros queridos perros muertos que yacen bajo esta piedra. ¿Recuerdas la palabra "Tropka" cuando le decíamos algo y él no entendía arrugaba la frente, se concentraba y no entendía? Era un animal Mira, nos hablan nubes auroras estrellas vientos y tampoco entendemos Nos hablan espacios celestes árboles que florecen hablan flores crecen y hablan y no entendemos Así será Nos quedaremos en el universo cual dos moscas muertas dos perros tirados cual dos puras nadas Ellos también amaban y querían entender.
Dicen los japoneses que los jardines no son para pasearlos, sino para contemplarlos desde el interior de uno mismo, para que la calma penetre en lo más profundo; que son estampas del paraíso para delimitar el paisaje en el tiempo y distinguir las cuatro estaciones.

Isla antropófaga.

Cada vez es más costoso escapar de tu apetito obsceno, de tu hambre indecente... .......... Vuelvo con el alma mordida, con los recuerdos sangrando allí donde tú, acechante y despiadada, clavas los dientes hasta llegar a la médula de la memoria: no perdonas mi abandono. Como una amante despechada muestras de golpe toda tu belleza, pero sabes que yo rastreo entre el azul perfecto de tu mar, en el fondo de tus joyas de lava. Sabes que, como un lobo, olfateo en tu luz magnífica y no puedes esconder ese tufo a cadáver, a tiempo muerto, que me hace huir de ti, despavorida.

Canción de la calle.

La calle que tú me das, calle ausente todavía, no será tuya ni mía. Calle de todos será. Por el momento no es más que una canción encendida, una estrella fugitiva que soñamos alcanzar. Pero de pronto se nos va de los ojos, como el día; volando, como la vida, sobre la tierra y el mar. La calle que tú me das, no será tuya ni mía. Habrá de ser compartida. Calle de todos será.