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Mostrando entradas de noviembre, 2009

Escritura.

Afuera llueve Tu mano escribe a mi lado un poema Veo caer la lluvia Los trazos emiten un sentido En los charcos de la calle flotan palabras Una lenta humedad de signos nos ciñe al respirar Estoy empapado de ti cuando te leo Somos ya una misma esencia atrapada entre agua y escritura.

Elogio de los alucinógenos.

Del hongo stropharia y su herida mortal derivó mi alma una locura alucinada de entregarle a mis palabras de siempre todo el sentido decisivo de la plena vida. Decir mi soledad y sus motivos sin amargura. Acercarme a esa mula vieja de mi angustia y sacarle de la boca todo el fervor posible toda su babaza y estrangularla lenta con poemas anudados por la desolación. De la interminable edad adolescente otorgada por la cannabis sativa diré un elogio diferente. Su mal es menos bello. Pero hay imágenes en mi escritura que volvieron gracias a su embrujo enfermizo. Ciertos amores regresaron investidos de fulgor eterno. Algunos pasajes de mi niñez volcaron su intacta lumbre en el papel. Desengaños de siempre me mostraron sus vísceras. Hay quien confía para la vida en el arte en la frialdad inteligente de sus razonamientos. Yo voy de lágrima en lágrima prosternado. Acumulando sílabas dolorosas que no nieguen la risa. Que la reafirmen en su cierta posib

Espuma.

Miro la espuma, su delicadeza que es tan distinta a la de la ceniza. Como quien mira una sonrisa, aquella por la que da su vida y le es fatiga y amparo, miro ahora la modesta espuma. Es el momento bronco y bello del uso, el roce, el acto de la entrega creándola. El dolor encarcelado del mar, se salva en fibra tan ligera; bajo la quilla, frente al dique, donde existe amor surcado, como en tierra la flor, nace la espuma. y es en ella donde rompe la muerte, en su madeja donde el mar cobra ser, como en la cima de su pasión el hombre es hombre, fuera de otros negocios: en su leche viva. A este pretil, brocal de la materia que es manantial, no desembocadura, me asomo ahora, cuando la marea sube, y allí naufrago, allí me ahogo muy silenciosamente, con entera aceptación, ileso, renovado en las espumas imperecederas.

Ni siquiera una dulce noche.

Aquel amor de fiebre y de tormento. Aquel estar pendiente de la luna entre los cocoteros. Por si ella me traía presagios de tu cuerpo. Pero estaba demasiado enfermo para soportar la intimidad de tus caricias. No hubieras conocido en mí sino el temblor de un poeta y de su muerte. Aquel temor de mirarnos a los ojos no era vano. Estabas revestida de otro mundo. Estabas lejos. Sobre todo cuando yo te amaba. Cuando era de ti como la nube en el reflejo del agua. Dentro pero lejos. Dentro, en el vientre de una realidad inventada y fugaz. Era íntegramente bello porque no toque; tu cuerpo aunque tú lo querías y yo tam

Gestos.

Una mirada, un gesto, cambiarán nuestra raza. Cuando actúa mi mano, tan sin entendimiento y sin gobierno, pero con errabunda resonancia, y sondea, buscando calor y compañía en este espacio en donde tantas otras han vibrado, ¿qué quiere decir? Cuántos y cuántos gestos como un sueño mañanero, pasaron. Como esa casera mueca de las figurillas de la baraja: aunque dejando herida o beso, sólo azar entrañable. Más luminoso aún que la palabra, nuestro ademán, como ella roído por el tiempo, viejo como la orilla del río, ¿qué significa? ¿Por qué desplaza el mismo aire el gesto de la entrega o del robo, el que cierra una puerta o el que la abre, el que da luz o apaga? ¿Por qué es el mismo el giro del brazo cuando siembra que cuando siega, el de amor que el de asesinato? Nosotros, tan gesteros pero tan poco alegres, raza que sólo supo tejer banderas, raza de desfiles, de fantasías y de dinastías, hagamos otras señas. No he de leer en c

Ajeno.

Largo se le hace el día a quien no ama y él lo sabe. Y él oye ese tañido corto y duro del cuerpo, su cascada canción, siempre sonando a lejanía. Cierra su puerta y queda bien cerrada; sale y, por un momento, sus rodillas se le van hacia el suelo. Pero el alba, con peligrosa generosidad, le refresca y le yergue. Está muy clara su calle, y la pasea con pie oscuro, y cojea en seguida porque anda sólo con su fatiga. Y dice aire: palabras muertas con su boca viva. Prisionero por no querer, abraza su propia soledad. Y está seguro, más seguro que nadie porque nada poseerá; y él bien sabe que nunca vivirá aquí, en la tierra. A quien no ama, ¿cómo podemos conocer o cómo perdonar? Día largo y aún más larga la noche. Mentirá al sacar la llave. Entrará. Y nunca habitará su casa.

Ahí mismo.

Te he conocido por la luz de ahora, tan silenciosa y limpia, al entrar en tu cuerpo, en su secreto, en la caverna que es altar y arcilla, y erosión. Me modela la niebla redentora, el humo ciego, ahí, donde nada oscurece. Qué trasparencia ahí dentro, luz de abril, en este cáliz que es cal y granito, mármol, sílice yagua. Ahí, en el sexo, donde la arena niña, tan desnuda, donde las grietas, donde los estratos, el relieve calcáreo, los labios crudos, tan arrasadores como el cierzo, que antes era brisa, ahí, en el pulso seco, en la celda del sueño, en la hoja trémula iluminada y traspasada a fondo por la pureza de la amanecida. Donde se besa a oscuras, a ciegas, como besan los niños, bajo la honda ternura de esta bóveda, de esta caverna abierta al resplandor donde te doy mi vida. Ahí mismo: en la oscura inocencia.

¿Es que voy a vivir?

Cómo veo los árboles ahora. No con hojas caedizas, no con ramas sujetas a la voz del crecimiento. Y hasta a la brisa que los quema a ráfagas no la siento como algo de la tierra ni del cielo tampoco, sino falta de ese color de vida con destino. Y a los campos, al mar, a las montañas, muy por encima de su clara forma los veo. ¿Qué me han hecho en la mirada? ¿Es que voy a morir? Decidme, ¿cómo veis a los hombres, a sus obra, almas inmortales? Sí, ebrio estoy sin duda. La mañana no es tal, es una amplia llanura sin combate, casi eterna, casi desconocida porque en cada lugar donde antes era sombra el tiempo, ahora la luz espera ser creada. No sólo el aire deja más su aliento: no posee ni cántico ni nada; se lo dan, y él empieza a rodearle con fugaz esplendor de ritmo de ala e intenta hacer un hueco suficiente para no seguir fuera. No, no sólo seguir fuera quizá, sino a distancia. Pues bien: el aire de hoy tiene su cántico. ¡

Como si nunca hubiera sido mía.

Como si nunca hubiera sido mía, dad al aire mi voz y que en el aire sea de todos y la sepan todos igual que una mañana o una tarde. Ni a la rama tan sólo abril acude ni el agua espera sólo el estiaje. ¿Quién podrá decir que es suyo el viento, suya la luz, el canto de las aves en el que esplende la estación, más cuando llega la noche y en los chopos arde tan peligrosamente retenida? ¡Que todo acabe aquí, que todo acabe de una vez para siempre! La flor vive tan bella porque vive poco tiempo y, sin embargo, cómo se da, unánime, dejando de ser flor y convirtiéndose en ímpetu de entrega.  Invierno, aunque no esté detrás la primavera, saca fuera de mí lo mío y hazme parte, inútil polen que se pierde en tierra pero ha sido de todos y de nadie. Sobre el abierto páramo, el relente es pinar en el pino, aire en el aire, relente sólo para mí sequía. Sobre la voz que va excavando un cauce qué sacrilegio éste del cuerpo, éste de no pod

La contemplación viva.

Estos ojos seguros, ojos nunca traidores, esta mirada provechosa que hace pura la vida, aquí en febrero con misteriosa cercanía. Pasa esta mujer, y se me encara, y yo tengo el secreto, no el placer, de su vida, a través de la más arriesgada y entera aventura: la contemplación viva. Y veo su mirada que transfigura; y no sé, no sabe ella, y la ignorancia es nuestro apetito. Bien veo que es morena, baja, floja de carnes, pero ahora no da tiempo a fijar el color, la dimensión, ni siquiera la edad de la mirada, mas sí la intensidad de este momento. Y la fertilidad de lo que huye y lo que me destruye: este pasar, este mirar en esta calle de Ávila con luz de mediodía entre gris y cobriza, hace crecer mi libertad, mi rebeldía, mi gratitud.

Adiós.

Cualquier cosa valiera por mi vida esta tarde. Cualquier cosa pequeña si alguna hay. Martirio me es el ruido sereno, sin escrúpulos, sin vuelta de tu zapato bajo. ¿Qué victorias busca el que ama? ¿Por qué son tan derechas estas calles? Ni miro atrás ni puedo perderte ya de vista. Esta es la tierra del escarmiento: hasta los amigos dan mala información. Mi boca besa lo que muere, y lo acepta. Y la piel misma del labio es la del viento. Adiós. Es útil norma este suceso, dicen. Queda tú con las cosas nuestras, tú, que puedes, que yo me iré donde la noche quiera.

Canción del amor sincero.

Prometo no amarte eternamente,  ni caminar tomados de la mano, ni colmarte de rosas, ni besarte apasionadamente siempre. Juro que habrá tristezas, habrá problemas y discusiones y miraré a otras mujeres vos mirarás a otros hombres juro que no eres mi todo ni mi cielo, ni mi única razón de vivir, aunque te extraño a veces. Prometo no desearte siempre a veces me cansaré de tu sexo vos te cansarás del mío y tu cabello en algunas ocasiones se hará fastidioso en mi cara Juro que habrá momentos en que sentiremos un odio mutuo, desearemos terminar todo y quizás lo terminaremos, mas te digo que nos amaremos construiremos, compartiremos. ¿Ahora si podrás creerme que te amo?

Don de la ebriedad.

Siempre la claridad viene del cielo; es un don: no se halla entre las cosas sino muy por encima, y las ocupa haciendo de ello vida y labor propias. Así amanece el día; así la noche cierra el gran aposento de sus sombras. Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda los contiene en su amor? ¡si ya nos llega y es pronto aún, ya llega a la redonda a la manera de los vuelos tuyos y se cierne, y se aleja y, aún remota, nada hay tan claro como sus impulsos! Oh, claridad sedienta de una forma, de una materia para deslumbrarla quemándose a sí misma al cumplir su obra. Como yo, como todo lo que espera. Si tú la luz te la has llevado toda, ¿cómo voy a esperar nada del alba? Y, sin embargo -esto es un don-, mi boca espera, y mi alma espera, y tú me esperas, ebria persecución, claridad sola mortal como el abrazo de las hoces, pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.

Amores imposibles.

Fisuras en la luz de la mañana,   fracturas de lo que veo y oigo, por ellas se acerca lo lejano, se paraliza con crueldad lo que transcurre. Adrede esta curva misteriosa, adrede, de pensamiento y de deseo adrede está presente el gesto más presente, por la grieta que ahora vivo, por allí asoman un amor imposible y otro amor imposible.

La despedida.

"- No olvide que no sólo Sócrates era feísimo, sino que muchas amantes famosas tampoco destacaban por su perfección corporal. El racismo estético es casi siempre una manifestación de inexperiencia. Los que no han penetrado excesivamente en el mundo de los placeres amorosos, sólo pueden juzgar a las mujeres por lo que ven. Pero los que de verdad las conocen saben que los ojos sólo pueden comunicar una mínima fracción de lo que una mujer puede brindarnos."

La inteligencia fracasada.

"… como decía Virginia Woolf, “a la gente le gusta sentir, sea lo que sea”. Nada teme más el ser humano que la anestesia afectiva. Prefiere con frecuencia el infierno al limbo. Sólo tiene que leer las cartas que Mariana Alcofarado, la monja portuguesa, escribe a su burlador. “Ámame siempre y haz padecer más a tu pobre Mariana.” Si hay muchas relaciones de pareja que duran, cociéndose a fuego lento o vivo en este infiernillo emocional, es, casi siempre, porque se han convertido en un hábito, han establecido profundas relaciones de apego. La adicción a una droga es terrible, pero el síndrome de abstinencia es peor."

Patas arriba. La escuela del mundo al revés.

"La igualación, que nos uniformiza y nos emboba, no se puede medir. No hay computadora capaz de registrar los crímenes cotidianos que la industria de la cultura de masas comete contra el arco iris humano y el humano derecho a la identidad. "

Racional.

"El hombre, dicen, es un animal racional. No sé por qué no se haya dicho que es un animal afectivo o sentimental. Y acaso lo que de los demás animales le diferencia sea más el sentimiento que no la razón. Más veces he visto razonar a un gato que no reír o llorar. Acaso llore o ría por dentro, pero por dentro acaso también el cangrejo resuelva ecuaciones de segundo grado."

Que nadie toque este amor.

Que todos ignoren el sigilo de nuestro cielo nocturno y el secreto sea el aire dichoso de nuestros plácidos suspiros. Que ningún extraño contamine el sueño tuyo y el mío: cualquier visitante es un invasor en el tibio ámbito donde habitamos; aquí el tiempo es agua fresca en movimiento, apenas sutil vuelo, y todas las gentes viven muy lejos de nuestro jardín alucinado, ajenos a nuestro paraíso secreto.

La metamorfosis del vampiro.

La dama, entre tanto, de su labios de fresa estremeciéndose como una serpiente entre brasas y amasando sus senos sobre el duro corsé, decía estas palabras impregnadas de almizcle: Son húmedos mis labios y la ciencia conozco de perder en el fondo de un lecho la conciencia, seco todas las lágrimas en mis senos triunfales y hago sonreír a los viejos con infantiles risas. Soy para quien sepa contemplarme desvelada, la luna, y soy el sol, el cielo y las estrellas. Yo soy, mi amado sabio, tan docta en los deleites, cuando sofoco a un hombre en mis brazos temidos, o cuando a los mordiscos abandono mi busto, tímida y ligera y frágil y robusta, que en esos cobertores que de emoción se rinden, impotentes los ángeles se perdieran por mí. Cuando hubo succionado de mis huesos la médula y muy lánguidamente me volvía hacia ella a fin de devolverle un beso, sólo vi rebosante de pus, un cáliz pegajoso. Yo cerré los dos ojos con helado terror y cuando quise abrirlos a aquella claridad, a mi lado, en

Como tú.

Así es mi vida, piedra, como tú; como tú, piedra pequeña; como tú, piedra ligera; como tú, canto que ruedas por las calzadas y por las veredas; como tú, guijarro humilde de las carreteras como tú, que en días de tormenta te hundes en el cieno de la tierra y luego centellas bajo los cascos y bajo las ruedas; como tú, que no has servido para ser ni piedra de una Lonja, ni piedra de una Audiencia, ni piedra de un Palacio, ni piedra de una Iglesia; como tú, piedra aventurera; como tú, que, tal vez, estás hecha sólo para una honda, piedra pequeña y ligera ...

La senda del perdedor.

"- ¿Es usted el señor Chinaski? Asentí con la cabeza. - Llega usted con treinta minutos de retraso. - Sí - ¿Llegaría usted con treinta minutos de retraso a una boda o a un funeral? - No - ¿Por qué no? Si no le importa explicarnos … - Bueno, si el funeral fuera el mío, tendría que ser puntual. Si la boda fuera la mía, sería mi funeral."

La contemplación viva.

I Estos ojos seguros, ojos nunca traidores, esta mirada provechosa que hace pura la vida, aquí en febrero con misteriosa cercanía. Pasa esta mujer, y se me encara, y yo tengo el secreto, no el placer, de su vida, a través de la más arriesgada y entera aventura: la contemplación viva. Y veo su mirada que transfigura; y no sé, no sabe ella, y la ignorancia es nuestro apetito. Bien veo que es morena, baja, floja de carnes, pero ahora no da tiempo a fijar el color, la dimensión, ni siquiera la edad de la mirada, mas sí la intensidad de este momento. Y la fertilidad de lo que huye y lo que me destruye: este pasar, este mirar en esta calle de Ávila con luz de mediodía entre gris y cobriza, hace crecer mi libertad, mi rebeldía, mi gratitud. II Hay quien toca el mantel, mas no la mesa; el vaso, mas no el agua. Quien pisa muchas tierras, nunca la suya. Pero ante esta mirada que ha pasado y que me ha herido bien con su limpia quietud, con tanta s