Las hermanas del tesoro sexual.


En cuanto mi hermana y yo salimos de la casa materna, lo único que quisimos fue follar, borrar cualquier huella de su cuerpo de gorrioncillo y de sus delgadas piernas de saltamontes.
¡Los cuerpos de los hombres eran como el de nuestro padre! Macizos los corvejones, los ijares y los muslos, elegantes las rodillas, las pantorrillas ahusadas, podíamos tenerlo a él en ese momento, las nalgas abultadas y prohibidas, las corvas, la polla en nuestra boca, ah la polla en nuestra boca.

Como exploradoras que descubren una ciudad perdida, nos volvimos locas de alegría, desvestíamos a los hombres despacio y con cuidado, como si dejáramos al descubierto enterrados artefactos que probarían nuestra teoría de la cultura perdida: pues si Madre decía que una cosa no estaba ahí, es que ahí estaba.

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