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Mostrando entradas de diciembre, 2012

Remanencia.

¿Qué te hace sufrir? Como si se despertara en la casa sin ruido  el ascendiente de un rostro al que parecía haber fijado un agrio espejo. Como si, bajadas la alta lámpara y su resplandor encima de un plato ciego, levantaras hacia tu garganta oprimida la mesa antigua con sus frutos. Como si revivieras tus fugas entre la bruma matinal al encuentro de la rebelión tan querida, que supo socorrerte y alzarte mejor que cualquier ternura. Como si condenases, mientras tu amor está dormido, el pórtico soberano y el camino que lleva a él. ¿Qué te hace sufrir? Lo irreal intacto en lo real devastado. Sus rodeos aventurados cercados de llamadas y de sangre. Lo que fue elegido y no fue tocado, la orilla del salto hasta la ribera alcanzada, el presente irreflexivo que desaparece. Una estrella que se ha acercado, la muy loca, y va a morir antes que yo.  

Poema nocturno.

No hay nada que temer,  es sólo el viento  que ahora sopla hacia el este, es sólo  tu padre..........el trueno  tu madre..........la lluvia  En este país de agua  con su luna ocre y húmeda como un champiñón,  sus muñones ahogados y sus pájaros largos  que nadan, donde crece el musgo  por todo el tronco de los árboles  y tu sombra no es tu sombra  sino un reflejo,  tus padres verdaderos desaparecen  al bajar la cortina  y quedamos los otros,  los sumergidos del lago  con nuestras cabezas de oscuridad  de pie ahora y en silencio junto a tu cama...  Venimos a arroparte  con lana roja,  con nuestras lágrimas y susurros distantes.  Te meces en los brazos de la lluvia,  el arca fría de tu sueño,  mientras aguardamos, tu padre  y madre nocturnos,  con las manos heladas y una linterna muerta,  sabiendo que somos solamente  las sombras vacilantes que proyecta  una vela, en este eco  que oirás veinte años más tarde.  

Tortura.

¿Qué transcurre en las pausas de esta conversación sobre el libre albedrío, la política y la necesidad de la pasión? Pienso en la mujer que no mataron sólo le cosieron el rostro, le cerraron la boca hasta dejársela del tamaño de un orificio para pajitas y luego la devolvieron a la calle como un símbolo mudo. No importa dónde pasó ni porqué. Tampoco importa qué bando lo hizo. Son cosas que se hacen en cuanto hay bandos. Tampoco sé si hay hombres buenos que viven su vida  a causa de esta mujer o a pesar de ella, pero semejante poder no es abstracto, ni se refiere a la política y al libre albedrío va más allá de los eslóganes. En cuanto a la pasión,  esto es su opuesto, el cuchillo que arranca a los amantes de tu piel como tumores, dejándote sin pechos y sin nombre, aplanada, sin sangre, con la voz cauterizada por el exceso de dolor, cuerpo desollado fibra a fibra y colgado del muro, pancarta agonizante y expuesta por los mismos que despliegan banderas.

Orfeo.

Sabiendo lo que sabe del horror de este mundo, ¿seguirá cantando? No se dedicó únicamente  a pasear los prados: bajó con los que no tienen boca, los que no tienen dedos, los de nombres prohibidos, los cuerpos devorados en guijarros grises de una costa desierta que todos temen,  con los dueños del silencio El, que quiso inútilmente resucitar a la amada con su canto, seguirá allí,  en el estadio lleno de los muertos que elevarán sus rostros sin ojos para escucharle, mientras crecen  las flores y revientan, rojas, contra los muros. Le habrán cortado las manos y pronto desgajarán su cabeza del cuerpo  en un estallido de rechazo furioso: y aunque lo sabe proseguirá su canto de alabanza porque cantar es alabanza o desafío.  Y toda alabanza es desafío.

Orfeo.

Delante mío caminabas, atrayéndome hacia la verde luz que alguna vez me asesinó con sus colmillos. Insensible te seguí, como un brazo dormido y obediente pero no fui yo quien quiso volver al tiempo Había llegado a amar el silencio, pero mi antiguo nombre era una cuerda o un susurro tendido entre nosotros. Y estaba tu amor, las viejas riendas de tu amor, tu voz corpórea... Ante tus ojos mantenías  la imagen de tu deseo, que era yo, viva otra vez. Y por esta esperanza tuya continué, y así fui tu alucinación, floral y oyente tú me creabas al cantarme y una piel nueva me crecía en mi otro cuerpo, envuelto en niebla, y tenía ya sed, y manos sucias, y veía ya, perfilados contra la boca de la gruta, el perfil de tu cabeza y de tus hombros cuando te diste vuelta para llamarme y me perdiste... Así que no llegué a ver tu rostro, sólo un ovalo oscuro, y a pesar de sentir todo el dolor de tu derrota, debí rendirme, como se rinden las mariposas de la noche. Tú c

Vosotras, palabras.

¡Vosotras, palabras, levantaos, seguidme! y aunque ya estemos lejos, demasiado lejos, nos alejaremos una vez más, hacia ningún final. No aclara. La palabra sólo arrastrará otras palabras, la frase otras frases. El mundo así quiere, definitivamente, imponerse, quiere estar dicho ya. No la digáis. Palabras, seguidme, ¡que no se vuelva definitiva –esta ansia del verbo y dicho y contradicho! Dejad ahora un rato que ninguno de los sentimientos hable, que el músculo corazón se ejercite de manera diferente. Dejad, digo, dejad. Nada, digo yo, susurrado al oído supremo, que sobre la muerte no se te ocurra nada, deja y sígueme, ni dulce ni amargo, ni consolador, no significativamente sin consuelo tampoco sin signos– Y sobre todo, no eso: la imagen en el tejido de polvo, el retumbar vacío de sílabas, palabras de agonía. ¡Sin decir nada, vosotras, palabras!

Cuando retumban los cascos de la noche.

Cuando retumban frente a mi portal los cascos de la noche,  caballo negro,  tiembla, como antaño, mi corazón, y me ofrece en el vuelo   la montura,  roja como el cabestro que Diomedes me prestó.  Dominante me precede el viento en la calle oscura  partiendo la negra melena de árboles dormidos  y los frutos, húmedos de luz de luna,  saltan asustados sobre hombro y espada,  entonces arrojo  el látigo sobre una estrella apagada.  Una sola vez detengo la carrera, para besar  tus labios    infieles;  ya se enreda tu cabello en las riendas,  y tu zapato deja surcos en el polvo.  Y aún escucho tu aliento  y la palabra con que me golpeaste.  

La noche de los perdidos.

El final del amor  Una luna, un cielo y el mar obscuro. Tan sólo eso, y todo obscuro.  Tan sólo eso, porque es de noche. Y nada humano entreteje además esa acción efectiva,  Que me reprochas también tú  y semejante amargura No lo hagas.  Nada mejor hay que yo pudiera conocer sino amarte, nunca pensé, que a través del sudor de la piel se me haría presente  el […] mundo.

Soberbia.

Le pedí un sublime canto que endulzara mi rudo, monótono y áspero vivir. El me dio una alondra de rima encantada... ¡Yo quería mil! Le pedí un ejemplo del ritmo seguro con que yo pudiera gobernar mi afán. Me dio un arroyuelo, murmullo nocturno... ¡Yo quería un mar! Le pedí una hoguera de ardor nunca extinto, para que a mis sueños prestase calor. Me dio una luciérnaga de menguado brillo... ¡Yo quería un sol! Qué vana es la vida, qué inútil mi impulso, y el verdor edénico, y el azul Abril... ¡Oh sórdido guía del viaje nocturno! ¡Yo quiero morir!

Canción de la vida profunda.

Hay días en que somos tan móviles, tan móviles, como las leves briznas al viento y al azar... Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonría... La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar... Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles, como en Abril el campo, que tiembla de pasión; bajo el influjo próvido de espirituales lluvias, el alma está brotando florestas de ilusión. Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos, como la entraña obscura de obscuro pedernal; la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas, en rútilas monedas tasando el Bien y el Mal. Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos... -¡niñez en el crepúsculo! ¡lagunas de zafir!- que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza, ¡y hasta las propias penas! nos hacen sonreír... Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos, que nos depara en vano su carne la mujer; tras de ceñir un taller y acariciar un seno, la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.

La sucia mañana del lunes.

Hace calor. La noche está caliente. Parece como si estuviera en la mitad de una pistola ardiente, recién disparada. La noche huele a pólvora, a dinamita con flores y alcohol. Estoy perdido. Pienso en amarilla, es su olor a babas perfectas. Qué maricada. Ese olor me persigue por todas partes trip trip trip. Toda la noche hemos estado deambulando con Lerner por las calles. No hemos tenido suerte esta noche. Ni una puta ratica. A veces pienso que la vida de gato es un poco difícil. Sin embargo, con algo de whisky es llevadera. Lerner me ha pedido que lo lleve un poco a los bares, un poco a la vida, un poco a la noche porque mierda, Lerner dice que con Job su expectativa de vida de gato se reducía a una galleta de coco en la mañana, leche en la tarde, un poco de atún en la noche y yo le digo a Lerner no Lerner así no se puede y entonces Lerner me claro viejo Pink así no se puede trip trip trip. Mierda, Lerner ya está aprendiendo a hablar como todo un gato vagabundo, qué cosa tan seria trip

6:00 a.m.

Llega Amarilla de una fiesta y me dice oye Pink, ¿cómo vas? Y yo le contesto bien, todo va bien. Salvo mi corazón, todo va bien. Amarilla tiene el pelo revuelto, me acaricia y yo le doy un arañazo en la nalga, como para no perder la costumbre. Amarilla se dirige a la cocina y se prepara un café, mira por la ventana, se acaricia el pelo y dice que la vaina está jodida y yo pienso que en verdad todo está jodido. Los árboles están jodidos, las calles están jodidas, el cielo está jodido. Las palomas están jodidas. Mierda. Yo también estoy como jodido. Me dan ganas de ahogarme en salsa de tomate.

7:00 a.m.

Rojo o tal vez azul. No sé. El sofá donde está sentada tiene tal vez esos dos colores. Amarilla se fuma un cigarrillo. Se lo fuma sin afán. El humo azul de su cigarrillo me envuelve. Amarilla me lo echa directo a los bigotes. Amarilla se arregla las uñas y me corta uno de los bigotes. Puta mierda. Siempre hace lo mismo cuando está deprimida. Luego subimos a la azotea y Amarilla abre los brazos, respira y me dice que la mañana está perfecta para suicidarse. Entonces me agarra y me lanza a otra azotea que queda abajo y yo doy vueltas y vueltas y por mis ojos pasan el cielo azul, los edificios, las nubes, el sol, las ventanas, los ruidos y finalmente caigo parado en la otra azotea en medio de un poco de ropa extendida y digo mierda, esta Amarilla es cosa seria. Subo hasta donde está Amarilla y me acurruncho entre sus piernas y pienso mierda, qué rico. Me arrepiento en haber pensado en ahogarme en salsa de tomate. Comemos galletas de chocolate y miramos la ciudad. Amarilla se sienta y lee

La noche y la casa.

La noche reúne la casa y su silencio Desde la base desde el cimiento Hasta la flor inmóvil Apenas se oye latir el reloj del tiempo La noche reúne la casa a su destino Nada ahora se dispersa se divide Todo está como el ciprés atento El vacío camina en sus espacios vivos.  

Muerta.

Muerta, Qué clara eres, Qué frescura quedó entre tus dedos... Eres una fuente Con piedras blancas en el fondo, Eres una fuente que de noche canta y silenciosamente vienen peces de plata a la superficie de agua. Muerta qué clara eres, y florecida... Eres la brisa Que en un gesto de adiós pasa en las hojas, Eres la brisa que lleva los perfumes y los derrama, ¡Eres los pasos leves de la brisa Cuando en las calles ya nadie pasa! Eres una rama de tilo donde el silencio florece, Eres un lago donde las imágenes se inquietan, Eres la secreta nostalgia de una fiesta Que en los jardines murmura.  Cantando Deslizando las manos por los muros Pasas recogiendo La sangre bermeja y madura de las moras. Vas y vienes Solitaria y transparente y la memoria de las cosas te acompaña. Muerta qué clara eres, ¡Y perdida! Eres la medianoche de la noche, Eres la terraza que da al viento, Eres una pena solitaria y franca, Las sombras vuelven a bailar, El perfume de las alg

Colmena de sueños.

las flores se visten con relámpagos en el plumaje de la estrella duerme el sueño de carne                     guarnecido de senos el sueño tiene en la boca una estrella como el gato tiene en la                     boca un ratón las flores de carne tienen lengua de sueño estrella de bruma la estrella de carne bajo la bóveda del tiempo el tiempo ronronea como un sueño alrededor de los senos alrededor de las colmenas de sueños                     duermen las estrellas bruma de flor plumaje de estrella las flores ronronean las estrellas ronronean frente a la colmena de los relámpagos ratón de bruma ratón de estrella ratón de flor el sueño es un gato su lengua es una flor la carne ronronea en el plumaje del tiempo los ratones y los gatos duermen sobre la lengua del tiempo el relámpago duerme bajo la bóveda de bruma las estrellas se visten con senos la lengua de bruma en la boca de flor la boca de bruma bajo la bóveda de carne.

Confesión de un golfo.

No todos saben cantar, No todos saben ser manzana Y caer a los pies de otro. Esta es la suprema Confesión de un granuja. Ando intencionalmente despeinado, Con la cabeza como una lámpara a petróleo. Me gusta alumbrar en las tinieblas El otoño sin hojas de vuestros espíritus. Me gusta que las piedras de los insultos Caigan sobre mí como granizo vomitado por la tormenta. Entonces es cuando aprieto con más fuerza El globo oscilante de mi cabezota. Con qué nitidez recuerdo entonces  La laguna cubierta de hierba y la voz ronca del aliso Y que en algún lugar viven mi padre y mi madre. Mis versos les importan un comino, Pero me quieren como a un campo, como a la carne de su carne, Como a la buena lluvia que en primavera ayuda a salir a los brotes. Ellos les clavarían a ustedes sus horquetas Cada vez que me lanzan una injuria. ¡Pobres, pobres campesinos! Seguramente están viejos y feos Y siguen temiendo a Dios y a los espíritus del pantano. ¡Si sólo pudieran comprend

Sin lamentos.

Sin quejas, ni lamentos ni llantos como el humo a través del florido manzano hasta mí llegó la marchitez dorada ya no seré más joven y lozano. Ya no lates con la fuerza de antes mi corazón tocado por el hielo y caminar descalzo por el bosque ya no es una ilusión, no es un anhelo. El deseo de aventura cada vez es menor y el fuego de los labios ya se ha ido ¡oh mi joven y lejano frescor mis antaños pletóricos sentidos! Ahora son escasos mis afanes ¿he vivido mi vida o la he soñado? Es como si en un alba primaveral galopé sobre un caballo rosado. Nuestro destino es frágil y finito el cobre de las hojas lento emana por todos los siglos sea bendito lo que florece hoy para morir mañana.

Serenata.

Como la voz de un muerto que cantara  desde el fondo de su fosa,  amante, escucha subir hasta tu retiro  mi voz agria y falsa.  Abre tu alma y tu oído al son  de mi mandolina:  para ti he hecho, para ti, esta canción  cruel y zalamera.  Cantaré tus ojos de oro y de onix  puros de toda sombra,  cantaré el Leteo de tu seno, luego el  de tus cabellos oscuros.  Como la voz de un muerto que cantara  desde el fondo de su fosa,  amante, escucha subir hasta tu retiro  mi voz agria y falsa.  Después loare mucho, como conviene,  A esta carne bendita  Cuyo perfume opulento evoco  Las noches de insomnio.  Y para acabar cantaré el beso  de tu labio rojo  y tu dulzura al martirizarme,  ¡Mi ángel, mi gubia!  Abre tu alma y tu oído al son  de mi mandolina:  para ti he hecho, para ti, esta canción  cruel y zalamera.  

Nada es lo mismo.

Olvidemos  el llanto  y empecemos de nuevo,  con paciencia,  observando a las cosas  hasta hallar la menuda diferencia  que las separa  de su entidad de ayer  y que define  el transcurso del tiempo y su eficacia. ¿A qué llorar por el caído  fruto,  por el fracaso  de ese deseo hondo,  compacto como un grano de simiente? No es bueno repetir lo que está dicho.  Después de haber hablado,  de haber vertido lágrimas,  silencio y sonreíd: Nada es lo mismo.  Habrá palabras nuevas para la nueva historia  y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde.

Esperanza.

Esperanza,  araña negra del atardecer.  Tu paras  no lejos de mi cuerpo  abandonado, andas  en torno a mí,  tejiendo, rápida,  inconsistentes hilos invisibles,  te acercas, obstinada,  y me acaricias casi con tu sombra  pesada  y leve a un tiempo.  Agazapada  bajo las piedras y las horas,  esperaste, paciente, la llegada  de esta tarde  en la que nada  es ya posible...  Mi corazón:  tu nido.  Muerde en él, esperanza.

A veces.

Escribir un poema se parece a un orgasmo: mancha la tinta tanto como el semen, empreña también más en ocasiones. Tardes hay, sin embargo, en las que manoseo las palabras, muerdo sus senos y sus piernas ágiles, les levanto las faldas con mis dedos, las miro desde abajo, les hago lo de siempre y, pese a todo, ved: ¡no pasa nada! Lo expresaba muy bien Cesar Vallejo: "Lo digo y no me corro". Pero él disimulaba.

A mano amada.

A mano amada, cuando la noche impone su costumbre de insomnio y convierte cada minuto en el aniversario de todos los sucesos de una vida; allí, en la esquina más  negra del desamparo, donde el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras, los recuerdos me asaltan. Unos empuñan tu mirada verde,                                                                    otros apoyan en mi espalda el alma blanca de un lejano sueño, y con voz inaudible, con implacables labios silenciosos, ¡el olvido o la vida!,                                           me reclaman. Reconozco los rostros.                                                 No hurto el cuerpo. Cierro los ojos para ver y siento que me apuñalan fría, justamente, con ese hierro viejo:                                             la memoria.

Todos ustedes parecen felices.

...Y sonríen, a veces, cuando hablan. Y se dicen, incluso, palabras de amor. Pero se aman de dos en dos para odiar de mil en mil. Y guardan toneladas de asco  por cada milímetro de dicha. Y parecen -nada más que parecen- felices, y hablan con el fin de ocultar esa amargura inevitable, y cuántas veces no lo consiguen, como no puedo yo ocultarla por más tiempo; esta desesperante, estéril, larga ciega desolación por cualquier cosa que -hacia donde no sé-, lenta, me arrastra.

Gota de lluvia.

Una gota de lluvia temblaba en la enredadera. Toda la noche estaba en esa humedad sombría que de repente iluminó la luna.

Y de pronto anochece.

Cada uno está solo sobre el corazón de la tierra traspasado por un rayo de sol: y de pronto anochece.

El cedazo de los recuerdos.

La mayoría de los recuerdos caen al suelo con las hojas. Si después uno los toca  solamente crujen secos  como si jamás hubiesen verdecido en los matorrales de los años.  El hombre exige de las cosas más que ellas de él. Ávido e implacable  consume el resplandor de las cosas.  

Muchachas solteronas.

Muchachas solteronas de provincia, que los años hilvanan leyendo folletines y atisbando en balcones y ventanas… Muchachas de provincia, las de aguja y dedal, que no hacen nada, sino tomar de noche café con leche y dulce de papaya… Muchachas de provincia, que salen –si es que salen de la casa— muy temprano a la iglesia, con un andar doméstico de gansas. Muchachas de provincia, papandujas, etcétera, que cantan melancólicamente de sol a sol: – “Susana ven”… “Susana”… ¡Pobres muchachas, pobres muchachas tan inútiles y castas, que hacen decir al Diablo, con los brazos en cruz: –¡Pobres muchachas!...

El vals.

- Muchas gracias. Me encantaría. No quiero bailar. No quiero bailar con nadie. Y aunque quisiera, no sería ni mucho menos con él. Estaría entre los últimos diez de la lista. He visto la manera en que baila; parece lo que se hace la noche de San Walpurgis. Imagínate, no hace ni un cuarto de hora que estaba aquí sentada y sentía mucha pena por la pobre chica que bailaba con él. Y ahora seré yo, la pobre chica. Ay, ay, que pequeño es el mundo. Y además es un mundo fantástico. Un auténtico paraíso. Lo que pasa es tan fascinadoramente imprevisible… Yo estaba aquí, sin meterme donde no me pedían, sin hacer daño a nadie. Y entonces él entra en mi vida, todo sonrisas y urbanidad, para rogarme que le conceda una mazurca memorable. Caramba, si difícilmente sabe como me llamo, y no hablemos de qué significa mi nombre. Significa desespero, perplejidad, futilidad, degradación y asesinato premeditado, pero él sabe muy pocas cosas. Yo tampoco sé como se llama; no tengo ni idea. Sospecho que Juke