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Mostrando entradas de agosto, 2009

El viaje en paracaídas.

Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor. Tenía yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental. Lanzaba suspiros de acróbata.  Mi padre era ciego y sus manos eran más admirables que la noche.  Amo la noche, sombrero de todos los días.  La noche, la noche del día, del día al día siguiente.  Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer. Tenía cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos. Una tarde, cogí mi paracaídas y dije: “Entre una estrella y dos golondrinas.” He aquí la muerte que se acerca como la tierra al globo que cae. Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcoiris. Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte. El primer día encontré un pájaro desconocido que me dijo: “Si yo fuese dromedario no tendría sed. ¿Qué hora es?” Bebió las gotas de rocío de mis cabellos, me lanzó tre

Los seres de la noche.

Los seres de la noche y los seres del día se reparten, por turnos, desde antaño mi alma. Los seres de la noche me hacen temer el día. Pues los seres del día son triunfantes y libres, ningún horror secreto hace vibrar sus fibras. Tienen el mirar limpio de los que nacen libres. Los seres de la noche, lentos, pasivos, dulces, tienen alma de río sosegado y oscuro. Sus gestos son furtivos y sus risas son dulces. Mas los seres del día tienen pupilas claras, de ese azul que ve sólo un águila en su cielo. El día da esplendor a pupilas tan claras. Son los vívidos ojos de héroes y de reyes del norte, que se ríen en sus palacios gélidos, de reinas cuyas almas dominaron a reyes. Los seres de la noche son cautos: en la sombra, fósforo misterioso se enciende en su mirada. Los seres de la noche sólo habitan la sombra. Los Seres de la noche, débiles, deliciosos, Hacen errar, pues son amantes fugitivos, Amantes con entrañas pérfidas, deliciosas. Desvían, en el b

Tabaquería.

No soy nada. Nunca seré nada. No puedo querer ser nada. A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo. Ventanas de mi cuarto, De mi cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe quién es (Y si supiesen, ¿qué sabrían?), Dais al misterio de una calle cruzada constantemente por gente, A una calle inaccesible a todos los pensamientos, Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta, Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres, Con la muerte que mancha de humedad las paredes y hace blancos los cabellos de los hombres, Con el Destino que conduce la carroza de todo por el camino de nada. Estoy hoy vencido, como si supiese la verdad. Estoy hoy lúcido, como si estuviese por morir, Y no tuviese más hermandad con las cosas Que la de una despedida, tornándose esta casa a este lado de la calle La hilera de vagones de un tren, y el silbido de una partida Dentro de mi cabeza, Y una sacudida de mis nervios y un chirriar de huesos al a

Si muero pronto.

Las raíces viven soterradas pero las flores al aire libre y a la vista. Así tiene que ser y nadie ha de impedirlo. Si muero pronto, oigan esto: No fui sino un niño que jugaba. Fui idólatra como el sol y el agua, una religión que sólo los hombres ignoran. Fui feliz porque no pedía nada Ni nada busqué. Y no encontré nada salvo que la palabra explicación no explica nada. Mi deseo fue estar al sol o bajo la lluvia. Al sol cuando había sol, cuando llovía bajo la lluvia (y nunca de otro modo), sentir calor y frío y viento y no ir más lejos. Quise una vez, pensé que me amarían. No me quisieron. La única razón del desamor: Así tenía que ser. Me consolé en el sol y en la lluvia. Me senté otra vez a la puerta de mi casa. El campo, al fin de cuentas, no es tan verde para los que son amados como para los que no lo son: Sentir es distraerse.

¿Qué harás?

¿En que momento tus ojos pensarán en mis caricias? ¿Y frente a cuales cosas, de repente, dejarás, en silencio, una sonrisa? Y si en la calle hallas mi boca triste en otra gente, ¿la seguirás? ¿Qué harás si en los comercios algo de mi encuentras? ¿Qué harás? ¿Y si en el campo un grupo de palmeras o un grupo de figuras vieras?...................... . (Las estrofas brillan en sus aventuras de desnudas imágenes primeras.) ¿Habrá en tu corazón el buen latido? ¿Cómo será el acento de tu paso? Traes el perfume predilecto. Lo beso y lo aspiro. En el rápido drama de un suspiro. Los versos tienen ya los ojos fijos. De las manos caen papel y lápiz. Infinito es el recuerdo. Se oyen en el campo las cosas de la noche. -Una vez te hallé en el tranvía y no me viste. -Atravesando un bosque ambos lloramos. -Hay dos sitios malditos en la ciudad. -...Y yo creí morirme mirándote llorar. Yo soy... Y me sacude el viento. ¿Qué harás?

Abdicación.

Tómame, oh noche eterna, en tus brazos y llámame . Soy un rey que voluntariamente abandoné mi trono de ensueños y cansancios. Desvestí la realeza, cuerpo y alma, y regresé a la noche antigua y serena como el paisaje al morir el día.

«Este era un rey...»

Ven a mi Juan, y toma asiento en la mejor de tus sillas; siéntate aquí, en mis rodillas, y presta atención a un cuento. Así estás bien, eso es, muy cómodo, muy ufano, pero ten quieta esa mano, vamos, sosiega esos pies. Éste era un rey... me maltrata el bigote ese cariño. Éste era un rey... vamos niño. que me rompes la corbata. Si vieras con qué placer ese rey... ¡Jesús! ¡qué has hecho! ¿Lo ves? en medio del pecho me has clavado un alfiler! ¿Y mi dolor te da risa? Escucha y tenme respeto: Éste era un rey... deja quieto el cuello de mi camisa. Oír atento es la ley Que a cumplir aquí te obligo. Deja mi reloj... prosigo. Atención: Éste era un rey... Me da tormentos crueles tu movilidad chicuelo, ¿ves? has regado en el suelo mi dinero y mis papeles. Responde: ¿me has de escuchar? Éste era un rey... ¡qué locura! Me tiene en grande tortura que te muevas sin parar. Mas ¿ya estás quieto? Sí, sí, al fin cesa mi tormento... Éste era un rey, oye el cuento

Ah! La angustia, la abyecta rabia, la desesperación.

Ah! La angustia, la abyecta rabia, la desesperación... De no yacer en mí mismo desnudo con ánimo de gritar, sin que sangre el seco corazón en un último, austero alarido! Hablo las palabras que digo son nada más un sonido: Sufro soy yo. Ah, extraer de la música el secreto, el tono de su alarido! Ah, la furia -aflicción que grita en vano pues los gritos se tensan y alcanzan el silencio traído por el aire en la noche, nada más allí!

Recuerdo después del diluvio.

Maldijo un cayado, ¡qué tonta! por eso yo la tuve temblando cinco noches. Sólo eso. Cinco vómitos muy continuados, a medida que la luz repetía esa osadía esclarecedora. Me conmovió tanta escalera, tanto peldaño. Y sus tacones. .

Lasitud.

Encantadora mía, ten dulzura, dulzura... alma un poco, oh fogosa, tu fiebre pasional; la amante, a veces, debe tener una hora pura y amarnos con un suave cariño fraternal. Sé lánguida, acaricia con tu mano mimosa; yo prefiero al espasmo de la hora violenta el suspiro y la ingenua mirada luminosa y una boca que me sepa besar aunque me mienta. Dices que se desborda tu loco corazón y que grita en tu sangre la más loca pasión; deja que clarinee la fiera voluptuosa. En mi pecho reclina tu cabeza galana; júrame dulces cosas que olvidarás mañana y hasta el alba lloremos, mi pequeña fogosa.

¿Qué historia es ésta y cuál es su final?

Qué historia es ésta y cuál es su final? Ya no quiero ser más vendedor de palabras. Ya mi cabeza está demasiado aturdida y mi canción es sólo un montón de hojas muertas.   Me da lo mismo la ciudad que el campo. Trataré de olvidar los poemas y los libros abrigaré mi cuello con una vieja bufanda y me echaré un pan en el bolsillo.   Oleré a mal vino y suciedad enturbiando los limpios mediodías. Y me haré el tonto a propósito de todo.   Y sin tener necesidad de triunfar o fracasar trataré que la escarcha cubra mi pasado porque no puedo sino hacer estupideces seguir caminando en estos tiempos.

Vivir de cubos de basura.

El viento sopla fuerte esta noche, es un viento frío y pienso en los muchachos desocupados en la calle. Espero que alguno de ellos tengan una botella de tinto. Cuando estás en la mala te das cuenta que todo TIENE DUEÑO y que hay cerraduras en todas las cosas. Así funciona la Democracia: agarrá lo que puedas, tratá de mantenerlo y agregá algo si es posible. Así es también como funciona la dictadura sólo que una esclaviza y la otra destruye a sus desheredados. Nosotros simplemente nos olvidamos de los nuestros. En cualquier caso. Es un viento muy frío.

Nochevieja.

Miras arder lo que ha quedado en pie del último sendero: la luna llena de otro enero sobre la piel de tu pasado, un mar que olvidas y ha olvidado en su esplendor tu verdadero rostro, la luz que fue primero verbo y temblor en tu costado y que hoy dejas partir a solas, detrás del fuego. Hacia el poniente moja tu máscara un sol frío. Ya en ti la noche alza sus olas mansas. La oyes indiferente abrir el fuego y tu vacío.

Canción.

Ojos heridos me habeis, acabad ya de matarme, mas, muerto, volvé a mirarme, porque me resucitéis Pues me distes tal herida con gana de darme muerte, el morir me es dulce suerte, pues con morir me dais vida. Ojos, ¿qué os detenéis?, acabad ya de matarme, mas, muerto, volvé a mirarme, porque me resucitéis.

Al eterno señora.

Ideal maniquí, comodín del señuelo, ¡ eterno femenino !... plancha tus pañoletas: Siéntate en mis rodillas cuando lo ordene y dime qué artimañas usáis, ángeles degradados. Sé perversa y alégranos la hora desdichada, piafa con pie ligero los senderos abruptos. ¡Arde, ídolo puro! ¡y ríe! ¡y canta! ¡y llora, Querida! ¡Y de amor muere!... en los ratos perdidos. ¡Ninfa de mármol! ¡vamos! sé soñadora ¡y frívola! amante, ¡carne mía! hazte virgen, lasciva… feroz y santa y torpe, buscando un corazón… Sé la hembra del hombre, mujer, sirve de Musa Cuando el poeta brama ¡en Alma, Espada y Llama! Y después -cuando ronque- ¡besa a tu Vencedor!

Sobre una persona que ha muerto en el lecho.

Este es su final, aquí yace él. El polvo en su garganta, el gusano en sus ojos, los hongos en la boca, la hierba sobre su pecho. Este es su final, y eso es lo mejor. Ya nunca yacerá despierto sobre el sofá, con los ojos abiertos, lacrimosos, hasta que el día llegue. Ya nunca sonreirá sin sentido mientras su corazón atraviesa el tiempo. Ya nunca estirará sus manos en vano, para acariciar y acariciar, nunca más. Ya no pedirá pan, sólo recibirá piedras, aunque en su fantasía sólo degustará tierra. Ya nunca se debatirá entre lo falso y verdadero, pesando y tomando notas sobre lo efímero. Ya nunca el dolor se ahogará en suspiros. Este es su final.

Cándido.

" ¿Sabe usted, por ejemplo, que en el momento en que yo os hablo hay cien mil locos de nuestra especie que llevan sombrero y que matan a otros cien mil animales que llevan turbante, o son asesinados por ellos, y que así ocurre en toda la tierra desde tiempo inmemorial? Estremecióse el Sirio y preguntó cuál podía ser el motivo de tan horribles querellas entre animales tan ruines. “El motivo es, dijo el filósofo, unos cuantos trozos de tierra tan grandes como vuestro talón. Y no se trata de que algunos de esos millones de hombres que se dejan la vida pretenda obtener para sí ni un pequeño terrón de ella. Lo que se ventila no es más que saber si esa tierra pertenecerá a un cierto hombre que se llama Sultán o a otro que, yo no sé por qué, se hace llamar César. Ni el uno ni el otro han visto ni verán jamás el pequeño rincón de tierra que está en litigio, y casi ninguno de esos animales que se matan mutuamente ha visto nunca al animal por el cual se matan”. - ¡Desgraciados! exclamó el

Los conjuros.

Los temerosos de los brujos vecinos lanzan puñados de sal al fuego cuando pasan las aves agoreras. Mis amigos buscadores de entierros en sueños hallan monedas de oro. Los despierta el jinete del rayo cayendo hecho llamas entre ellos. Medianoche de San Juan. Las higueras se visten para la fiesta. Eco de gemidos de animales hundidos hace milenios en los pantanos. Los chimalenes reúnen las ovejas que huyeron del corral. Aúllan los perros en casa del avaro que quiere pactar con el diablo. Ya no reconozco mi casa. En ella caen luces de estrellas en ruinas Como puñados de tierra en una fosa. Mi amiga vela frente a un espejo: espera allí la llegada del desconocido anunciado por las sombras más largas del año. Al alba, anidan lechuzas en las higueras de luto. En los rescoldos amanecen huellas de manos de brujos. Despierto teniendo en mis manos hierbas y tierra de un lugar donde nunca estuve.

Melusina.

Infiel como el ala de los pájaros infieles tú siempre serás mía: los eucaliptus sangraban, un caballo ciego fue a agonizar entre los rieles porque no quería ver el fin de nuestro amor mientras se marchitaban los dedales de oro sembrados por un loco. Tú siempre serás mía. Infiel como el ala de los pájaros infieles.

Cuando yo no era poeta.

Cuando yo no era poeta por broma dije era poeta aunque no había escrito un solo verso pero admiraba el sombrero alón del poeta del pueblo. Una mañana me encontré en la calle con mi vecina. Me preguntó si yo era poeta. Ella tenía catorce años. La primera vez que hablé con ella llevaba un ramo de ilusiones. La segunda vez una anémona en el pelo. La tercera vez un gladiolo entre los labios. La cuarta vez no llevaba ninguna flor y le pregunté el significado de eso a las flores de la plaza que no supieron responderme ni tampoco mi profesora de botánica. Ella había traducido para mí poemas de Christian Morgenstern. A mí no se me ocurrió darle nada en cambio. La vida era para mi muy dura. No quería desprenderme ni de una hoja de cuaderno.   Sus ojos disparaban balas de amor calibre 44. Eso me daba inso

Todo.

Los muertos no necesitan aspirina o tristeza supongo. Pero quizas necesitan lluvia. Zapatos no pero un lugar donde caminar. Cigarrillos no, nos dicen, Pero un lugar donde arder. O nos dicen: Espacio y un lugar para volar, da igual. Los muertos no me necesitan. Ni los vivos. Pero quizas los muertos se necesitan unos a otros. En realidad, quizas necesitan todo lo que nosotros necesitamos y necesitamos tanto. Si solo supieramos que es. Probablemente es todo y probablemente todos nosotros moriremos tratando de conseguirlo o moriremos porque no lo conseguimos. Espero que cuando yo este muerto comprendais que consegui tanto como pude.

En la secreta casa de la noche.

Cuando ella y yo nos ocultamos en la secreta casa de la noche a la hora en que los pescadores furtivos reparan sus redes tras los matorrales, aunque todas las estrellas cayeran yo no tendría ningún deseo que pedirles. Y no importa que el viento olvide mi nombre y pase dando gritos burlones como un campesino ebrio que vuelve de la feria, porque ella y yo estamos ocultos en la secreta casa de la noche. Ella pasea por mi cuarto como la sombra desnuda de los manzanos en el muro, y su cuerpo se enciende como un árbol de pascua para una fiesta de ángeles perdidos. El temporal del último tren pasa remeciendo las casas de madera. Las madres cierran todas las puertas y los pescadores furtivos van a repletar sus redes mientras ella y yo nos ocultamos en la secreta casa de la noche.

Cuando en la tarde aparezco en los espejos.

Cuando en la tarde aparezco en los espejos cuando yo y la tarde queríamos unirnos tristemente nos despedimos tristemente nos hablamos en el espejo que disuelve las imágenes. Quién soy entonces, quizás por un momento de verdad soy yo que me encuentro, quién soy yo sino nadie alguien que quisiera pasarse los días como un solo domingo. Mirando los últimos reflejos del sol en los vidrios mirando a un anciano que da de comer a las palomas y a los evangélicos que predican el fin del mundo. Cuando en la tarde no soy nadie. entonces las cosas me reconocen soy de nuevo pequeño soy quien debiera ser y la niebla borra la cara de los relojes en los campanarios.

Andenes.

Te gusta llegar a la estación cuando el reloj de pared tictaquea, tictaquea en la oficina del jefe-estación. Cuando la tarde cierra sus párpados de viajera fatigada y los rieles ya se pierden bajo el hollín de la oscuridad. Te gusta quedarte en la estación desierta cuando no puedes abolir la memoria, como las nubes de vapor los contornos de las locomotoras, y te gusta ver pasar al viento que silba como un vagabundo aburrido de caminar sobre los rieles. Tictaqueo del reloj. Ves de nuevo los pueblos cuyos nombres nunca aprendiste, el pueblo donde querías llegar como el niño el día de su cumpleaños y los viajes de vuelta de vacaciones cuando eras -para los parientes que te esperaban -sólo un alumno fracasado con olor a cerveza. Tictaqueo del reloj. El jefe-estación juega un solitario. El reloj sigue diciendo que la noche es el único tren que puede llegar a este pueblo, y a ti te gusta estar inmóvil escuchándolo mientras el hollín de la oscuridad hace desap