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Mostrando entradas de abril, 2009

No decía palabras.

No decía palabras, acercaba tan sólo un cuerpo interrogante porque ignoraba que el deseo es una pregunta cuya respuesta no existe, una hoja cuya rama no existe, un mundo cuyo cielo no existe. La angustia se abre paso entre los huesos, remonta por las venas hasta abrirse en la piel, surtidores de sueño hechos carne en interrogación vuelta a las nubes. Un roce al paso, una mirada fugaz entre las sombras, bastan para que el cuerpo se abra en dos, ávido de recibir en sí mismo otro cuerpo que sueñe; mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne, iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo. Aunque sólo sea una esperanza, porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.

El amor.

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Las palabras son barcos y se pierden así, de boca en boca, como de niebla en niebla. Llevan su mercancía por las conversaciones sin encontrar un puerto, la noche les pesa igual que un ancla. Deben acostumbrarse a envejecer y vivir con paciencia de madera usada por las olas, irse descomponiendo, dañarse lentamente, hasta que a la bodega rutinaria llegue el mar y las hunda. Porque la vida entra en las palabras como el mar en un barco, cubre de tiempo el nombre de las cosas y lleva a la raíz de un adjetivo el cielo de una fecha, el balcón de una casa, la luz de una ciudad reflejada en un río. Por eso, niebla a niebla, cuando el amor invade las palabras, golpea sus paredes, marca en ellas los signos de una historia y deja en el pasado de los vocabularios solitarios paseos con extensión de frase. Si el amor, como todo, es cuestión de palabras, acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma.

Preludio y fuga.

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La casa ha recogido sus ruidos cotidianos en sí misma. Solamente los libros y los grillos hablan las lenguas de la noche. Nada interrumpe la calma insular de este escritorio para oír la pulsación de la tormenta. Hace horas la escucho golpear en los cristales, agazaparse contra el muro de la noche para caer desde lo alto repentina con el diáfano estruendo de los rayos. La ciudad toda se moja y en tinieblas como el mar murmura el viento. De lejos me llega una tenue melodía: alguien canta replegado quizá en alguna esquina o tras el húmedo rumor de una ventana; entre la bruma la voz pulsa en su propia soledad la mía.

Aquel ahora.

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Las posibilidades de volverte a encontrar eran remotas. Una entre un billón. Y habiendo infinitos lugares dispersos por los números de un cálculo improbable, quién imaginaría que te iba a ver en esa cantina, transformándote en luz de aquel entonces feliz, o eso quisieron creer años atrás aquellos dos que fuimos. Estabas allí, tú de pronto y sin aviso previo, con una tímida sonrisa, recargada en el hombro de un tipo de aspecto deleznable que podría haber sido yo. No reconociste mi rostro entre la gente del bar. Aunque tal vez, supongo, pretendías saber adónde y cuándo miraste mis facciones, en qué sitio más joven hiciste un alto, bajo qué extrañas circunstancias coincidiste con alguien que se me parecía de lejos. Pero no recordaste, si acaso lo intentabas, a quien le prometiste un sueño que no ibas a cumplir, cuando nos despedimos tras una ventanilla. De vuelta en este ahora, tu cara era la misma donde vi el resplandor del ángelus y el tacto de un crepúsculo gris y

Un día.

Andas por esos mundos como yo; no me digas que no existes, existes, nos hemos de encontrar; no nos conoceremos, disfrazados y torpes por los caminos echaremos a andar. No nos conoceremos, distantes uno de otro sentirás mis suspiros y te oiré suspirar. ¿Dónde estará la boca, la boca que suspira? Diremos, el camino volviendo a desandar. Quizá nos encontremos frente a frente algún día, quizá nuestros disfraces nos logremos quitar. Y ahora me pregunto... cuando ocurra, si ocurre, ¿ sabré yo de suspiros, sabrás tú suspirar ?

Tentación.

Afuera llueve; cae pesadamente el agua que las gentes esquivan bajo abierto paraguas. Al verlos enfilados se acaba mi sosiego, me pesan las paredes y me seduce el riego sobre la espalda libre. Mi antecesor, el hombre que habitaba cavernas desprovisto de nombre, se ha venido esta noche a tentarme sin duda, porque, casta y desnuda, me iría por los campos bajo la lluvia fina, la cabellera alada como una golondrina.

La invitación amable.

Acércate, poeta; mi alma es sobria, de amor no entiende -del amor terreno- su amor es mas altivo y es mas bueno. No pediré los besos de tus labios. No beberé en tu vaso de cristal, el vaso es frágil y ama lo inmortal. Acércate, poeta sin recelos... ofréndame la gracia de tus manos, no habrá en mi antojo pensamientos vanos. ¿Quieres ir a los bosques con un libro, un libro suave de belleza lleno?... Leer podremos algún trozo ameno. Pondré en la voz la religión de tu alma, religión de piedad y de armonía que hermana en todo con la cuita mía. Te pediré me cuentes tus amores y alguna historia que por ser añeja nos dé el perfume de una rosa vieja. Yo no diré nada de mi misma porque no tengo flores perfumadas que pudieran así ser historiadas. El cofre y una urna de mis sueños idos no se ha de abrir, cesando su letargo, para mostrarte el contenido amargo. Todo lo haré buscando tu alegría y seré para ti tan bondadosa como el perfume de la vieja rosa. ¿La in

Cuadrados y ángulos.

Casas enfiladas, casas enfiladas, casas enfiladas. Cuadrados, cuadrados, cuadrados. Casas enfiladas. Las gentes ya tienen el alma cuadrada, ideas en fila y ángulo en la espalda. Yo misma he vertido ayer una lágrima, Dios mío, cuadrada.

Mucho más allá.

¿ Y si nos vamos anticipando de sonrisa en sonrisa hasta la última esperanza? ¿Y qué? ¿Y qué me das a mí, a mí que he perdido mi nombre, el nombre que me era dulce sustancia en épocas remotas, cuando yo no era yo sino una niña engañada por su sangre? ¿A qué , a qué este deshacerme, este desangrarme, este desplumarme, este desequilibrarme si mi realidad retrocede como empujada por una ametralladora y de pronto se lanza a correr, aunque igual la alcanzan, hasta que cae a mis pies como un ave muerta? Quisiera hablar de la vida . Pues esto es la vida, este aullido, este clavarse las uñas en el pecho, este arrancarse la cabellera a puñados, este escupirse a los propios ojos, sólo por decir, sólo por ver si se puede decir: "¿ es que yo soy ? ¿ verdad que sí ? ¿ no es verdad que yo existo y no soy la pesadilla de una bestia ?". Y con las manos embarradas golpeamos a las puertas del amor. Y con la conciencia cubierta de sucios y hermosos velos, pedimos por Dios. Y

El despertar.

La jaula se ha vuelto pájaro y se ha volado y mi corazón está loco porque aúlla a la muerte y sonríe detrás del viento a mis delirios. Qué haré con el miedo. Qué haré con el miedo. Ya no baila la luz en mi sonrisa, ni las estaciones queman palomas en mis ideas. Mis manos se han desnudado y se han ido donde la muerte enseña a vivir a los muertos El aire me castiga el ser, detrás del aire hay monstruos que beben de mi sangre Es el desastre, es la hora del vacío no vacío, es el instante de poner cerrojo a los labios, oír a los condenados gritar, contemplar a cada uno de mis nombres ahorcados en la nada. Tengo veinte años. También mis ojos tienen veinte años y sin embargo no dicen nada. He consumado mi vida en un instante. La última inocencia estalló. Ahora es nunca o jamás, o simplemente fue. ¿Cómo no me suicido frente a un espejo y desaparezco para reaparecer en el mar donde un gran barco me esperaría con las luces encendidas?. ¿Cómo no me extraigo las ven

Cuarto solo.

Si te atreves a sorprender la verdad de esta vieja pared; y sus fisuras, desgarraduras, formando rostros, esfinges, manos, clepsidras, seguramente vendrá una presencia para tu sed, probablemente partirá esta ausencia que te bebe.

Pobreza.

Es el hombre que tú nunca has visto quien te mantiene alerta, el que ha de venir algún día. Él no se encuentra en las calles o en los edificios o en los estadios, o si está allá, lo he pasado por alto de algún modo. Me pregunto si se encuentra allí. Bajo las calles, paso delante de farmacias y hospitales y teatros y cafés y me pregunto si él se encuentra ahí. He mirado casi durante medio siglo y él no ha sido visto. Un hombre vivo, verdaderamente vivo, digamos cuando desciende la mano al encender un cigarrillo, ves sus ojos como los ojos de un tigre mirando fijamente al pasar en el viento. Pero cuando las manos bajan, es siempre los otros ojos los que estan allá siempre, y pronto será demasiado tarde para mi y habré vivido una vida con farmacias, gatos, sábanas, saliva, periódicos, mujeres, puertas y otros surtidos, pero en ninguna parte un hombre vivo.

Pájaro azul.

Hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir pero soy duro con él, le digo quédate ahí dentro, no voy a permitir que nadie te vea. Hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir pero yo le echo whisky encima y me trago el humo de los cigarrillos, y las putas y los camareros y los dependientes de ultramarinos nunca se dan cuenta de que esté ahí dentro. Hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir pero soy duro con él, le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres hacerme un lío? Hay un pájaro azul en mi corazón que quiere salir pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir a veces por la noche cuando todo el mundo duerme, le digo ya sé que estás ahí, no te pongas triste. Luego lo vuelvo a introducir, y él canta un poquito ahí dentro, no le he dejado morir del todo y dormimos juntos así con nuestro pacto secreto y es tan tierno como para hacer llorar a un hombre, pero yo no lloro, ¿lloras tú?

Cisne de primavera.

También en primavera mueren los cisnes, y ahí flotaba, muerto un domingo, girando de lado en la corriente, y fui hasta la rotonda y distinguí, dioses en carros, perros, mujeres que giraban, y la muerte se me precipitó garganta abajo como un ratón, y oí llegar a la gente con sus canastos de camping y sus risas y me sentí culpable por el cisne, como si la muerte fuese algo vergonzoso y me alejé, como un idiota, y les dejé mi hermoso cisne.

Acelerando.

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Aquí, en este momento, termina todo, se detiene la vida. Han florecido luces amarillas a nuestros pies, no sé si estrellas. Silenciosa cae la lluvia sobre el amor, sobre el remordimiento. Nos besamos en carne viva. Bendita lluvia en la noche, jadeando en la hierba, trayendo en hilos aroma de las nubes, poniendo en nuestra carne su dentadura fresca. Y el mar sonaba. Tal vez fuera su espectro, porque eran miles de kilómetros los que nos separaban de las olas, y lo peor, miles de días pasados y futuros nos separaban. Descendían en la sombra las escaleras. Dios sabe a dónde conducían. Qué más daba. «Ya es hora -dije yo-, ya es hora de volver a tu casa.» Ya es hora. En el portal, «Espera», me dijo. Regresó vestida de otro modo, con flores en el pelo. Nos esperaban en la iglesia. «Mujer te doy.» Bajamos las gradas del altar. El armonio sonaba. Y un violín que rizaba su melodía empalagosa. Y el mar estaba allí. Olvidado y apetecido tanto tiempo. Allí estaba.

Variaciones sobre el instante eterno.

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Por qué te olvidas y por qué te alejas del instante que hiere con su lanza. Por qué te ciñes de desesperanza si eres muy joven, y las cosas viejas. Las orillas que cruzas las reflejas; pero tu soledad de río avanza. Bendita forma que en tus aguas danza y que en olvido para siempre dejas. Por qué vas ciego, rompes, quemas, pisas, ignoras cielos, manos, piedras, risas. Por qué imaginas que tu luz se apaga. Por qué no apresas el dolor errante. Por qué no perpetúas el instante antes de que en tus manos se deshaga.

Vida.

Después de todo, todo ha sido nada, a pesar de que un día lo fue todo. Después de nada, o después de todo supe que todo no era más que nada. Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!» Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!» Ahora sé que la nada lo era todo. y todo era ceniza de la nada. No queda nada de lo que fue nada. (Era ilusión lo que creía todo y que, en definitiva, era la nada.) Qué más da que la nada fuera nada si más nada será, después de todo, después de tanto todo para nada.

Canto XXII

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Si me encuentras por esta ruta de torcaces adormecidas no es porque mis mariposas y mis violetas hayan naufragado en las tardes del olvido. Es porque mi llanto se hizo anciano y los pentagramas tienen colgadas palomas de destierro señalando el inicio de mi canto. Si acaso sin querer me encuentras cuando vagando por tus caminos de casas sin ventanas vuelvas de tu abismal distancia será porque mi sombra se quedó prendida en tu figura de caminante sin brújula. Y si te preguntas dónde estaba yo a la vuelta de tu viaje será porque la muerte te encontró desprevenido y mis ojos se quedaron anclados en tu mirada rasgada por el viento. No me riñas por los besos que rompieron mi cántaro de luz fueron solo guijarros con los que quise marcar la ruta por donde una tarde te fuiste sin despedirte sin siquiera un adiós ni sonido de tambor y mar. Y con tu nombre de miel entierro tantos otros muertos que me dejaron un adiós

Berenice

La desdicha es diversa. La desgracia cunde multiforme sobre la tierra. Desplegada sobre el ancho horizonte como el arco iris, sus colores son tan variados como los de éste y también tan distintos y tan íntimamente unidos. ¿Cómo es que de la belleza he derivado un tipo de fealdad, un símil del dolor. Pero así como en la ética el mal es una consecuencia del bien, así, en realidad, de la alegría nace la pena. O la memoria de la pasada beatitud es la angustia de hoy, o las agonías que son se originan en los éxtasis que pudieron haber sido. Sin embargo, no hay en mi país torres más venerables que mi melancólica y gris heredad. Nuestro linaje ha sido llamado raza de visionarios, y en muchos detalles sorprendentes, en el estilo de la biblioteca y, por último, en la peculiarísima naturaleza de sus libros, hay elementos más que suficientes para justificar esta creencia. Pero es simplemente ocioso decir que no había vivido antes, que el alma no tiene una existencia previa. ¿Lo negái