SUPERCONGELACIÓN.



El día que se murió el abuelo lo vestimos con su traje de chaqueta y compramos un congelador como esos que hay en los super y lo congelamos sentado en una silla. El congelador lo pusimos en su habitación en lugar de la cama y allí está el abuelo, tan campante. Ahora cada vez que vienen los del juzgado para hacer la fe de vida, que hay que presentar, después, en clases pasivas de Hacienda, lo sacamos y lo ponemos sentado en el sofá de la tele. Los funcionarios lo miran y como saben que no habla mucho y lo ven allí sentado, tan digno, mirando para el televisor, lo saludan y no le hacen preguntas ni nada. Cuando se van lo volvemos a sentar en el congelador y apretamos el botón de supercongelación. Seguimos cobrando la pensión.



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