NUESTRAS COSAS.




El día en que cumplí ocho años
me acerqué a mi hermana mayor
que lloraba.
¿Por qué lloras?, pregunté.

Porque los abuelos se van a morir pronto
y después los papás
y después nosotros
también nosotros nos moriremos un día.

Estremecido como una pobre bestia por la revelación
también yo me eché a llorar
allí mismo
junto a mi hermana.

¿Qué les has hecho a los niños que lloran tanto?,
preguntó mi padre al llegar del trabajo.

Nada, déjalos estar
respondió mamá:
cosas de críos, que sé yo.

Lloran por
sus cosas.



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