LA PRECAUCIÓN.



No me gusta marcharme el último. Por eso siempre estoy pendiente de cuántos vamos quedando en la barra. Cuando veo que sólo dos, me vuelvo a casa. La tristeza de un bar solitario después de medianoche se la dejo a otro.
Acababa de marcharse el tercer cliente y, aparte de mí, sólo quedaba ya un gordo.
Entregué un billete al camarero.
—No tengo cambio ­—me dijo­—. ¿No tiene usted para cambiarme? ­—se dirigió al gordo.
Éste no contestó.
—Está borracho ­—le dije al camarero.
—Me parece que es algo peor que eso ­—dijo el camarero observando al gordo­—. Creo que está muerto, habrá que llamar a un médico.
Desde entonces me marcho cuando en la barra quedamos tres.
Toda precaución es poca.



Comentarios

Entradas populares de este blog

CUANDO VEO A DOS BESÁNDOSE...

Muchachas solteronas.