Orfeo.


Sabiendo lo que sabe
del horror de este mundo,
¿seguirá cantando?
No se dedicó únicamente 
a pasear los prados: bajó
con los que no tienen boca,
los que no tienen dedos,
los de nombres prohibidos,
los cuerpos devorados
en guijarros grises
de una costa desierta
que todos temen, 
con los dueños del silencio
El, que quiso inútilmente
resucitar a la amada con su canto,
seguirá allí, 
en el estadio lleno de los muertos
que elevarán sus rostros sin ojos
para escucharle, mientras crecen 
las flores y revientan, rojas,
contra los muros.
Le habrán cortado las manos
y pronto desgajarán
su cabeza del cuerpo 
en un estallido
de rechazo furioso: y aunque lo sabe
proseguirá su canto de alabanza
porque cantar es alabanza o desafío. 
Y toda alabanza es desafío.

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