El cedazo de los recuerdos.


La mayoría de los recuerdos
caen al suelo con las hojas.
Si después uno los toca 
solamente crujen secos 
como si jamás hubiesen verdecido
en los matorrales de los años. 

El hombre exige de las cosas
más que ellas de él.
Ávido e implacable 
consume el resplandor de las cosas. 

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