La educación del estoico.

Como el gladiador en la arena, cuyo destino lo llevó de esclavo a condenado, saludo, sin que tiemble el César que haya en este circo rodeado de estrellas. Saludo de frente, sin orgullo, pues no puede tenerlo el esclavo; ni alegría, pues el condenado no puede fingirla. Mas saludo, para que no falte a la ley aquel a quien toda ley falta. Y, después de saludar, clavo en el pecho la espada que no me servirá en el combate. Si el vencido es el que muere y el vencedor quien mata, entonces, confesándome vencido, me declaro vencedor.

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