Los ciegos.

¡Contémplalos, alma mía,
son realmente horrendos!
parecidos a maniquíes,
vagamente ridículos, terribles,
singulares como los sonámbulos,
asestando, no se sabe dónde,
sus globos tenebrosos.

Sus ojos, de donde
la divina chispa ha partido.

Como si miraran
a lo lejos,
permanecen elevados
hacia el cielo,
no se les ve jamás
hacia los suelos,
inclinar soñadores su cabeza abrumada.

Atraviesan así
el negror ilimitado,
este hermano
del silencio eterno.

¡Oh, ciudad!
mientras que alrededor nuestro,
tú cantas, ríes y bramas, prendada
del placer hasta la atrocidad,

¡mira!
¡yo me arrastro también!

pero, más que ellos,
ofuscado, pregunto:

¿Qué buscan en el cielo,
todos estos ciegos?

Comentarios

Entradas populares de este blog

CUANDO VEO A DOS BESÁNDOSE...

Muchachas solteronas.