Canción del que parte.

Por la virtud del alba quieres cambiar tu vida,
y aferrado a la jarcia partes sin rumbo conocido.

Todo es propicio, los acantilados y el arrecife duermen en la espuma,
tan sólo una gaviota espera sobre el palo mayor de caoba y de luna.


Quizá te aguarden para darte el amor y la palma de vino
o en la orilla sin nombre, pescadores vestidos de un luto azul.

Vas solo con tu alma, barajando canciones y presagios
que hablan del bosque donde la hierba es tenue,
lejos de la desgracia que en ti se confabula.

A tu paso verás las islas que otorgan el sonido de un caracol,
verás tu casa, el humo que ya aspiraron otros en la aurora.

Mas, si te detienes tal vez allí se acabe tu destino;
¿y quién podrá salvarte, quién te daría lo que buscas entre hadas?

Duro es partir a la fortuna; el hombre solo cierra los ojos ante el cielo
y oye su propia historia si se rompe el encanto.

Pero, si quieres seguir, sigue con la felicidad entre tu barca,
todo está a tu favor, el cielo, la lejanía que se abre
como el amor, como la muerte.

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