Buenas noches.
Entonces llegarás, imbécil papagayo,
buscando el parpadeo de este espejo al que cubre
un brillo de oro, resto del astro rubio extinto.
Y verás una joya en el brillo de estaño.
Llegarás a este hombre, a su débil reflejo
sin calor… Pero, el día en que irradiaba fiebre,
nada sentiste, tú que -en el atardecer-
caes sobre ese rayo caído que ha dejado.
A ti no te conoce, a ti, la consabida
sombra que recostó en su cielo desnuda
¡Cuando era un Dios!... Todo eso -se acabó.-
Cree -Pero él no tiene la mirada que atrae.
Llora -Pero él no tiene esa cuerda que llora.
Sus cantos… -Eran de otro; él no los ha leído.
buscando el parpadeo de este espejo al que cubre
un brillo de oro, resto del astro rubio extinto.
Y verás una joya en el brillo de estaño.
Llegarás a este hombre, a su débil reflejo
sin calor… Pero, el día en que irradiaba fiebre,
nada sentiste, tú que -en el atardecer-
caes sobre ese rayo caído que ha dejado.
A ti no te conoce, a ti, la consabida
sombra que recostó en su cielo desnuda
¡Cuando era un Dios!... Todo eso -se acabó.-
Cree -Pero él no tiene la mirada que atrae.
Llora -Pero él no tiene esa cuerda que llora.
Sus cantos… -Eran de otro; él no los ha leído.
Comentarios